A lo largo de nuestra vida hacemos muchas cosas bien, pero también 
muchas cosas mal. Somos humanos, es lógico errar. Así como debería serlo
 aprender de ello, sacar lo positivo que nos ayude a mejorar.
Sin 
embargo esta tarea no es sencilla, todo el mundo lo sabe. Y se hace aún 
más complicada cuando hay alguien más implicado, sobre todo si esta 
persona es o fue importante para tí y el daño hecho (y a veces recibido)
 fue grande. Los recuerdos no dejan de asaltar y la culpabilidad nos 
acompaña. Una vez conscientes del error y estar arrepentidos por el 
dolor causado, posiblemente el primer paso antes de aprender de ello sea
 el perdón.
Recibir el perdón es un paso fundamental para liberar 
esa culpabilidad. Una especie de indulgencia que nos permite otra 
oportunidad en la que podemos demostrar que lo que hicimos mal de verdad
 no fue hecho deliberadamente, sino que fue un error y que no lo 
volveremos a repetir. ¿El perdón tendrá que venir entonces de la otra 
persona, verdad?
Ciertamente ese perdón es fundamental. Tras 
mostrar un arrepentimiento sincero, que te perdonen es una muestra de 
confianza que te reconforta, te hace sentirte mejor e incluso te puede 
llegar a motivar para que esta vez todo salga bien. En definitiva, hace 
mejores personas tanto al perdonado como al perdonador, pues este último
 demuestra, con un perdón sincero, que valora de verdad a esa persona y 
es consciente de que un error no puede definirla.
Sin embargo, no 
es igual de fácil perdonar para todo el mundo. El orgullo, la cultura, 
la educación, el rencor o la sospecha de que la petición de perdón no 
sea sincera pueden motivar a no regalar el perdón. No por ello esta 
persona tiene que ser mala, puede haber muchas circunstancias detrás que
 justifiquen ese comportamiento. Otras veces el distanciamiento puede 
haber sido tan grande que volver a hablar parezca artificial o forzado, 
quizás han cambiado tanto las cosas que las dos personas en cuestión ya 
no son las mismas. E incluso, puede que, por las circunstancias que 
sean, esta persona ya no esté con nosotros. ¿Quién nos perdonará 
entonces?
Por raro que parezca el primer perdón debe de venir de 
uno mismo. Yo mismo fui muy escéptico la primera vez que me lo 
plantearon pero tras reflexionar sobre ello y analizar diversas 
situaciones, lo único que puedo decir es que es lo verdaderamente 
fundamental. Al principio me pregunté ¿qué sentido tiene perdonarse uno 
mismo, si el dolor se lo has causado a otro?¿No es esa una vía fácil de 
calmar tu conciencia, una forma de hacer trampas para evadir la 
responabilidad del daño derivado de tu error?¿Perdonarte tú mismo sin 
necesidad de que los demás te perdonen no es algo puramente egoista?
No
 podía estar más equivocado, no había comprendido el concepto. 
Perdonarse uno mismo no implica dejar de esta arrepentido ni dejar de 
sentirse en deuda hacia la persona a la que se le ha hecho el daño. 
Perdonarse uno mismo no es ninguna vía rápida para dejar de sentirse 
mal, es mucho más difícil de lo que parece. De hecho, es más sencillo 
ser primero perdonado por la otra persona, ya que es una referencia 
externa que te da la justificación para perdonarte a ti mismo.
El 
"autoperdón" es, pues, el paso principal para volver a ser el de siempre
 o incluso una persona mejor, una vez hayamos aprendido de lo que 
hicimos mal. Es la herramienta que vuelve a abrir esas puertas que la 
culpabilidad había cerrado, que permite volver a vivir situaciones sin 
el miedo a que quizás las cosas vuelvan a salir mal de nuevo. Es el 
instrumento que nos permite crecer en lugar de estancarnos por temor a 
caer en los mismos errores. E incluso permite dar ese difícil paso que 
es a veces pedir perdón a los demás.
No hay que olvidar que este 
tipo tan peculiar de perdón nunca va solo. No se trata de un pasar por 
alto lo que estuvo mal, sino que incluye la responsabilidad de ser 
consciente y aprender de ello y tratar de no volver a cometerlo de 
nuevo, sabiendo ante todo que somos capaces de ello, que vamos a 
aprovechar mejor que nunca esa oportunidad que nos hemos dado a nosotros
 mismos.

